Manuel Antonio Romero Zurita a.k.a. Gastón Lafarga
... Nací
en tierras de sol, en un país que se caracteriza por sus regiones desde el
punto de vista del paisaje, de las costumbres y de las lenguas tribales, bajo
un sol espléndido. Sentí la necesidad de regresar a mi provincia porque no
encontré mi yo –el de la infancia y el del pórtico de la juventud- en las naciones
que recorrí, ni en las ciudades que había imaginado con suficientes encantos
para retenerme.
Al volver a Paraíso, en Tabasco,
despertó lo que hay de inmutable y esencial en mí. Volví a ser el hombre que
sueña, con la superación de la realidad ambiente. No creo que sea preciso ir
hacia los países poderosos, ni hacia las ciudades gigantescas. En nosotros hay
un mundo gracias a la voluntad, pero más aún a la fe y a la seguridad interior
y a nuestra capacidad de esperanza.
Hay una palabra terrible en nuestro
idioma: nada. Escapar a su influencia destructora es posible por la ilusión que
nos anima hacia alguna obra valiosa, hacia alguna idea generosa, a un amor que
crece, semejante a los árboles gigantes que nacen en nuestro suelo natal.
El ser humano se debate entre dos
influencias: la idea de que nada vale la pena en la vida y la ilusión de que es
posible levantar sobre la arena, sobre el mar, en el aire y sobre la tierra
firme, un hogar para el corazón, la inteligencia y la bondad.
A los hombres que ahoga la idea de la nada, en una quietud inerte y en el curso del día sin ningún fin, es preciso ocultarles el riesgo de encuentren en su propio ser una llave que abre la puerta falsa que conduce, entre tinieblas, a la trágica barca de Caronte.
Extracto
15 abril 1956, Periódico Rumbo Nuevo
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