ni llorar tu ausencia
lamentando y reprochandome
por no haber sido un poquito mas valiente
y decirte en vida
lo que mi alma siente
Como es tradicional en nuestro contexto latinoamericano, mi madre siempre estuvo más cerca de nosotros que mi papá, quien trabajaba afanosamente para llevar el pan a la boca de sus hijos. Mi mamá colaboraba arduamente en esta tarea de suplir las necesidades de sus 5 hijos. Lavaba, planchaba, preparaba alimentos que mi hermano Juan salía a vender, aunque según cuentan, éste nunca regresaba con buenas cuentas.
Marbella Gómez, de carácter decidido y fuerte, alegre y jovial, creció desde bebé en el seno de una familia adoptada (su tío se convirtió en su padre, nosotros lo conocimos siempre como el abuelito Juan Vicente). El padre verdadero, el biológico, había formado otra familia tras la muerte de su primera esposa. Pero a su hija nunca le prodigó presencia física, ni afecto de ninguna especie. Muchísimos años más tarde, en la década de los 90s, acompañé a mi madre a dar el último adiós a su papá (Carlos), en el lecho de muerte hicieron las pases, y mi madre pudo darle su perdón y su bendición.
He aprendido de ella, que la maternidad y la paternidad exige arriesgarse por el bienestar de los hijos. Hay que darlo todo, aun cuando sean escasas las cosas que tenemos. He aprendido a luchar. A saber que quien está al frente de un grupo, de una organización o de la familia, siempre debe tener respuestas. Las respuestas generan certidumbre, y la certidumbre paz.
Gracias.
1. Por la vida
2. Por el hogar que me formó
3. Por el ejemplo
4. Por tus oraciones y consejos
Que no he tenido nunca tesoros grandes
Pero he tenido infancia y amor de madre
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