El fenómeno Donald Trump es como lo fue el internet para las comunicaciones. La barrera del sonido se ha roto. Las fortalezas políticas intentarán aprender esta nueva forma pero será demasiado tarde. Una nueva era está sobre nosotros este año. Es bueno y malo, pero está aquí y no vamos a volver atrás. El imperio se está cayendo. El momento es el mayor de los Estados Unidos para el avivamiento. El futuro está avanzando sobre nosotros. Siento la aprehensión de un tiempo de gran riesgo, siento emoción, pero casi no importa cómo me siento porque está llamando a mi puerta. ¡Hola desde el otro lado!
Leí con asombro las palabras anteriores en una publicación de Facebook hecha por Steve Witt, un importante líder cristiano de Brunswick, Ohio. Me sorprende esta visión y es de mi interés analizar la manera como un político de la calaña de Donald Trump, puede parecer algo bueno para la mentalidad de amplios sectores de la sociedad norteamericana, y me hace pensar que es real la posibilidad de que este personaje gane la presidencia de Estados Unidos. Empecemos.
Con justa razón se ha acusado a Trump de muchas cosas. Misógino, racista, xenófobo y una mentalidad retrógrada que le ha llevado a proponer la construcción de un muro en la frontera con México, una mega obra que pagaríamos los mexicanos con nuestro propio dinero. Ante la tibia respuesta del gobierno mexicano, una retahila de conservadores panistas han salido a ganar terreno con su postura anti Trump, como es el caso de Calderón, Jorge Castañeda y el nefasto de Vicente Fox, cuyos mensajes causan más risa que admiración.
Por mucho que nos caiga mal Trump, es interesante saber la otra cara de la moneda, porque después de todo, una vez que sea nominado como candidato del partido Republicano, la posibilidad de convertirse en el sucesor de Obama es verdadera, y entonces sí, nuestras peores pesadillas como mexicanos pueden hacerse realidad.
Me pareció justo responder a las palabras de Steve Witt, este pastor-predicador carismático a quien conocí vinculado al movimiento de la Bendición de Toronto, cuyo “crew” considero ampliamente informado y preparado intelectualmente. Así que le escribí: “el imperio está cayendo. Trump es como Nerón”. Este pensamiento lo había leído de alguien en Twitter, es un símil de cómo la llegada de Trump significaría la evidencia de la decadencia norteamericana, y por lo tanto el umbral de su caída. Sin embargo, Steve Witt inconmovible respondió: “(Lo que escribí) no es un juicio de Trump. Es un anuncio de un nuevo día y viejos modos de pensar no se mantendrán por más tiempo. La historia registrará esto como otra edad oscura o como un renacimiento. Me inclino por lo segundo. Trump es un precursor del pensamiento fresco, imperfecto, pero nuevo”.
Quedé todavía más asombrado y reflexioné ¿cómo puede alguien pensar que Trump representa un pensamiento fresco? Entonces caí en la cuenta que para un gran sector del conservadurismo evangélico, Trump representa el regreso a los valores nacionalistas más arraigados, por ello el lema “Hacer Estados Unidos grande de nuevo” representa un retorno al pasado aparentemente glorioso, conservador y evangélico de la nación. Para ser precisos, lo que Witt estaba diciendo no es que “Cristo esté representado en Trump”, sino que lo ve como alguien, quizás el único que puede lograr:
- Detener la amenaza de ISIS
- Equilibrar la economía mundial
- Proteger las libertades religiosas
Es claro que en realidad, no todo el conglomerado evangélico ha manifestado su apoyo a Trump, y tampoco estamos seguros que lo hará cuando sea nominado como candidato. Personajes como Russell Moore y Max Lucado han hablado abiertamente contra el magnate. Pero es creciente la idea entre estos grupos fundamentalistas, que Trump es una especie de Rey Ciro, ese personaje bíblico que se nos cuenta “fue usado por Dios” para hacer retornar a los judíos a Jerusalén, a pesar de que él no era un ser piadoso ni creyente. Trump sí lo es, ha manifestado su cristianismo, pero su moralidad no refleja integridad a lo largo de su vida, tal y como lo demanda la visión evangélica.
En el análisis de Steve Witt, Trump sería una especie de Winston Churchill, un hombre que “no siempre fue celebrado como un gran líder. Era fumador, a veces crudo, incluso misógino. Una vez una mujer le dijo que estaba asquerosamente borracho. Su respuesta fue: querida, usted es asquerosamente fea, yo mañana estaré sobrio y usted seguirá fea".
“Hay muchos sitios web que tratan sobre los comentarios extravagantes y actividades de este gran líder mundial. Tenía exactamente lo que se necesitaba para detener a Hitler en el canal, para despertar a un país de nunca darse por vencido y asociarse con Estados Unidos para encontrar la victoria final en Europa. No lo quisieras como tu pastor, tal vez ni siquiera como tu padre, pero él era el líder correcto para ese momento en la historia de Inglaterra. No estoy seguro de que hubiera votado por él .... pero él era el hombre adecuado”.
“Creo que sería increíble tener un líder justo, que entienda las complejidades de la economía, la salud, la defensa, la inmigración, con gran sensibilidad a las instituciones religiosas, un corazón para los pobres, una visión para el futuro. Si ese líder fuera una persona de oración, formidable en la palabra de Dios y amara la iglesia local, me regocijaría, pero no creo tendremos esa opción en noviembre”.
“En lugar de eso, vamos a ver a alguien que es imperfecto… voy a votar por la mejor oportunidad para los Estados Unidos. Yo creo que Dios ha tenido una mano en la historia de Estados Unidos. Espero que también tendrá una mano en su futuro”.
Así lo manifiesta el predicador mencionado.
Por el otro lado, Hillary Clinton, como la posible candidata demócrata, representa lo contrario a los valores de los amplios sectores evangélicos en Norteamérica. Hay que recordar que ella ha enarbolado la bandera del matrimonio igualitario, que sigue siendo la gran losa moral que ha caído sobre el cristianismo militante.
Pero la realidad es otra, detener a ISIS y rescatar la economía mundial, particularmente la recuperación de los precios del petróleo, no son asuntos que dependan exclusivamente del presidente de Estados Unidos, y sí de una política exterior que sea conciliatoria y abogue por los equilibrios necesarios en el conjunto de las naciones, algo que particularmente no parece ser el fuerte de Trump. El magnate es la imagen del hombre exitoso, pragmático, alguien que parecer tener respuestas a los miedos de la clase dominante norteamericana, pero a la vez es claramente un personaje sin principios y sin ideología, alguien que como en el argot de la calle como remedio puede resultar peor que la enfermedad.