lunes, 28 de marzo de 2016

Black Celebration


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Fue en 1991 cuando comencé a seguir la música de Depeche Mode. Como dije anteriormente, una parte de mí era profundamente rockera, habiendo empezado con el hard rock de Bon Jovi hasta escalar con los maestros del thrash metal, desde Metallica hasta Sepultura. Pero al crecer en medio de una cultura pop, mis sentidos estaban abiertos a experimentar con todo tipo de música, así que cuando un amigo de la preparatoria en Villahermosa me prestó unos cassettes de los dioses del synth pop británico, yo quedé realmente alucinado con su sonido. En aquellos días acababa de salir el Violator que los catapultó al éxito mundial, pero yo estaba interesado en ir hacia atrás y comencé a buscar su discografía, primero tal vez el concierto 101 que había sido grabado en Pasadena en 1988, luego el Music for the Masses, hasta llegar al "Black Celebration" cuyos sonidos me llenaron de melancolía, de cierta depresión y ansiedad, pero que satisfacían una necesidad del alma. Es difícil describir para un fan del cuarteto de Basildon lo que sentimos por el disco Black Celebration, pero sin ser un disco comercial se convirtió en un referente para muchas vidas, e hizo capaz que la música de Depeche Mode fuera el puente entre dos mundos, el de la música electrónica y del rock.
Hasta la fecha, el Black Celebration sigue siendo un disco que se disfruta en la sagrada soledad, con la luz apagada y una vela encendida, mientras cantamos tratando de exorcizar esos sentimientos que se van y vuelven para definir nuestra personalidad, sentimientos que comienzan con la desesperanza de "haber tenido un día negro", pero redimidos con el amor y la esperanza de un nuevo día, ese que comienza con el sonido de una intensa lluvia de otoño.

El primer disco de Depeche Mode... el único con Vince Clarke

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Una foto publicada por (@u14) el 22 de Feb de 2013 a la(s) 4:07 PST

domingo, 27 de marzo de 2016

Cuando Metallica dominaba el mundo

Vacaciones de Semana Santa.
El miércoles 23 de marzo de 2016, realicé junto con mi hija un recorrido por los municipios de Jalapa, Tacotalpa y Teapa, con la idea de capturar algunas fotografías de la plaza central de esos lugares y de sus parroquias representativas.
Al pasar por Jalapa, la llamada tierra del dulce, no pude dejar de pensar que en ese lugar no pasa el tiempo, pues parece detenido con la poca actividad de sus habitantes, como lo era desde aquellos años cuando yo era un joven de preparatoria y lo visitaba para estar con dos o tres amigos disfrutando de cervezas y de música heavy metal. 
Años más tarde también visité Jalapa, para realizar algunos proyectos de la universidad, que tenían que ver con sesiones de modelaje y fotografía a chicas guapas de esa localidad, las cuales tienen en su mayoría la aspiración de ser embajadoras de belleza en la tradicional Feria de Tabasco, estudiar una carrera y emigrar hacia otras ciudades más prósperas y con mayores oportunidades.
Pero hay familias que están arraigadas en los pequeños municipios, y que ni con todo el oro del mundo emigrarían, pues han aprendido a amar a su tierra, esperando ahí que pasen los diferentes ciclos de la vida, o en su defecto llegue el "fin del mundo" pronosticado por los credos religiosos.
Me acordé de la familia "Solís Ramírez" a la cual pertenecen dos grandes amigos: Eugenio y Cuiti. Todos ellos crecieron en Teapa pero emigraron a Jalapa, donde han vivido principalmente de la profesión de "cultores de belleza". Encontrarme con esta familia ese mediodía fue una experiencia grata, que me llenó de bellos recuerdos, sobre todo al presentarme la siguiente fotografía (y de cuyo contexto voy a hablar en este post):


Kill 'Em All


Es difícil saber con precisión cuando fue tomada este foto, pero me atrevo a decir que fue en 1990, cuando yo estaba en tercero o cuarto semestre de Preparatoria. Así que yo tenía unos 17 años de edad. Eran los días en que Metallica dominaba el mundo con su "...and Justice for all", álbum que contiene la poderosa balada "One" que se popularizó con el primer video del grupo en MTV. Como ocurría comúnmente con los grupos que uno iba descubriendo, comprábamos sus discos anteriores (aunque en formato de cassette) por eso tengo en mis mano izquierda el "Kill 'Em All" con el que Metallica debutó en 1983. 
Ahí estaba con mi amigo Cuiti (quien había sido un popular bailarín de Breakdance) y con su primo Alfredo Guevara, quien además era mi vecino en la colonia La Sierra del municipio de Teapa donde crecimos. Ese mueble rojo es inconfundible de los años en que prácticamente vivíamos en la casa del amigo Julio Valdivia, aunque ya eran prácticamente los últimos años que pasaríamos juntos, pues finalmente la prepa y la universidad terminó de separarnos por completo.
La preparatoria fueron para mí los años en que aprendí a disfrutar de la música y ampliar mis horizontes con los distintos estilos, tanto de la cultura popular mexicana, como la tendencia mundial hacia el house y el rap, mientras que un grupo de grandes amigos me introdujeron al thrash metal y otros al synth pop de bandas como Depeche Mode. Estábamos en ese momento sin internet, sin discos compactos, sin grunge, pero muy firmes en la amistad de esas que se valoran para siempre. Estábamos en el umbral de un nuevo tiempo. 

jueves, 3 de marzo de 2016

Zelic “La Nueva Tierra” - Raiza Revelles · Sebastián Arango


Zelic es mi segundo libro y primera novela del 2016, comencé a leerlo el 14 de febrero y lo concluí el miércoles 2 de marzo por la madrugada.
Es una novela de ciencia ficción escrita por dos jóvenes estrellas del YouTube, la mexicana Raiza Revelles y el colombiano Sebastián Arango. En ese sentido es destacable que siendo su primera obra literaria hayan logrado un buen producto, una buena historia, que es coherente de principio a fin. Me da gusto que los jóvenes se atrevan a escribir y a dejar algo mucho más duradero y más profundo que un simple video para sacar risa como es costumbre de los afamados vloggers.
En una sociedad futurista donde los humanos han dejado la Tierra y pueden viajar a otros mundos, quizás a otra galaxia, existen nuevas formas de organización, como sucede en Hutrón donde vive el ciudadano Y017713937, a quien le gusta que le llamen 7. En algún momento al inicio de la lectura dudé si el narrador era hombre o mujer, pero en realidad es un hombre solicitario aficionado a la ciencia, la tecnología y la producción de software.
El chico es ateo en primera instancia y este aspecto de su personalidad lo desarrollan bien los autores del libro. Suena lógico que una sociedad altamente tecnificada haya abandonado las creencias y las religiones -en teoría- porque al final del libro nos vamos encontrar con sorpresas. Ese argumento sobre la religión y Dios, fue un buen acierto de la dupla Raiza-Sebastián y lo manejaron muy bien, al grado de que al final suele ser también el punto medular de la historia.
Más allá de los personajes, me parece que Zelic tiene una dimensión filosófica que lo hace un buen libro. La búsqueda del sentido de la vida, la búsqueda de significados a palabras como amor y amistad es algo que le dan un buen sabor a esta historia. Al final resulta ser todo un drama lleno de lecciones a nuestras propias vidas y la forma narrativa es muy buena, no nos aburre, se lee rápido y a la vez con pausas.
Lo único negativo a mi parecer es que da la sensación de ser un libro escrito pretenciosamente para “volverse una película”, un libro a modo para triunfar, y por eso mismo parece recopilar escenas de películas o de clichés del género. Entre veces nos recuerda a Star Trek, Los juegos del hambre o Divergente, y otras muchas películas que son entretenidas pero que carecen de profundidad, excepto la gloriosa Blade Runner, de la cual el libro también parece evocar.
Veremos con el tiempo si estoy algo acertado. Puede volverse película, o al menos ¿por qué no sacar una segunda parte? Los fans adolescentes de Sebastián Arango lo agradecerán mucho y nosotros los adultos lo disfrutaremos con un buen café.