jueves, 10 de septiembre de 2015

En los 70 años de Bruno Estañol

Texto de Jorge Priego Martínez


Bruno Estañol Vidal, mi paisano y amigo de toda la vida, nació en Frontera en 1945, segundo hijo del matrimonio formado por el honrado comerciante, don Bruno Estañol y su digna esposa, doña Elenita Vidal de Estañol.
Fue a su hermano Eduardo a quien primero conocí, pues con él estudié el segundo año de primaria en la escuela Alberto Correa Zapata, conocida en el puerto como “La Superior”, denominación que no tiene nada que ver con alguna marca cervecera, sino llamada así por el hecho que fue la primera escuela de organización completa que funcionó en el puerto, es decir, en la que se podía cursar la totalidad de la educación primaria, pues antes sólo había escuelas elementales, donde se estudiaba sólo hasta el cuarto año. Para el año siguiente, Lalo ya no estudió en la Superior, sino en la escuela particular incorporada Frontera, es decir, la escuela de las monjitas.
Para entonces, Bruno fue inscrito en primer año de primaria en la citada escuela de religiosas, donde cursó toda la educación primaria, pero en el pueblo, en aquel entonces, todos nos conocíamos y más, quienes casi éramos vecinos, así es que, desde aquellos lejanos años, nos conocimos y nos hicimos amigos. Al año siguiente, mis padres emigraron a esta ciudad de Villahermosa y sólo podía ver, tanto a Eduardo como a Bruno, durante las vacaciones que pasábamos, mi hermano Carlos y yo en el amado puerto, en casa de la abuelita materna.
Fue en 1957 que me reintegré a Frontera, para inscribirme en la escuela secundaria Félix F. Palavicini, a estudiar el segundo año, pues por problemas familiares y la enfermedad y el fallecimiento de mi adorada madrecita, perdí varios años, tanto de primaria como de secundaria. Y allí me topé con Bruno que cursaba, no recuerdo si el primero o el tercer año, pero no estaba en mi grupo.
Recuerdo que el año anterior, aquí en Villahermosa lo había visto actuar en la obra teatral “Hernán Cortés en Centla”, escrita y puesta en escena durante la Exposición Regional Agrícola, Ganadera, Industrial, Comercial y Artística del Estado en el año de 1956, por la profesora Petronila Díaz Ochoa de Rodríguez, directora de la secundaria del puerto. Si la memoria no me falla, Bruno era uno de los capitanes españoles ¿o acaso uno de los dos clérigos? Tengo muy presente sí, que el papel de Malintzin, lo representó mi querida amiga María Luisa Ibarra Calcáneo.
Después, ya en Frontera, lo escuché declamar en un par de veladas que tuvieron lugar en la cancha deportiva general Miguel Alemán, que formaba parte del bellísimo parque de Frontera destruido por la estulticia, para suplirlo por un adefesio de los que he llamado en múltiples ocasiones, de arquitectura fálica, muy del gusto de no sé quién.
Bruno salió de la secundaria y se fue a la ciudad de México, donde ya se encontraba su hermano Eduardo, para estudiar la preparatoria y la carrera de medicina. Años después me enteré que se había convertido en un brillante y reconocido médico neurólogo. Y para mi sorpresa, al poco tiempo supe que, mi estimado amigo era escritor. Luego me enteré que fue en la Facultad de Medicina de la UNAM donde empezó a escribir cuentos y obtuvo un primer lugar en un concurso interescolar.
Lo primero que llegó a mis manos y prácticamente devoré, su novela Fata Morgana. Cuando vi el título, recordé que en Frontera había causado sensación una transformista con ese nombre, que se presentó en el viejo cine teatro Unión. Lo primero que me emocionó de la novela, fue la dedicatoria a la querida y respetabilísima doña Elenita, cito de memoria y ojalá no me equivoque, pues toda mi biblioteca la perdí en la inundación del 2007: “A mi madre y todas sus transformaciones”. Fue la más hermosa dedicatoria que pudo concebir un hijo para reconocer los trabajos y sacrificios de su madre viuda, para formar y darles profesión a tres hijos.
La novela, cosa curiosa, comienza precisamente en el año que me reintegré a Frontera, en 1957, año en que asesinaron a don Enrique Rosales Mondragón, dueño de la farmacia La Especial. El río, el parque, pero sobre todo, el viejo cine Unión y sus llamadas tandas chicas, equivalentes a las matinés de otros lares, fueron recreados poéticamente por Bruno, llenándonos de nostalgia y, tal vez ya desde entonces estaba envejeciendo, pero me arrancó más de una lágrima esa sucesión de recuerdos entrañables del amado y abandonado puerto.
Luego leí con fruición su libro de cuentos Ni el reino de otro mundo, donde encontré algunos episodios de la vida frontereña de antaño, que había escuchado en labios de mi inolvidable abuelita materna, como el que Bruno recrea con el título de “Te honro en el espanto”. Debo hacer notar que este magnífico libro fue galardonado con el primer lugar en el Concurso de Cuento de San Luis Potosí y vio la luz pública en 1988.
Luego publicó otro bello libro, El féretro de cristal, inspirado en la trágica muerte de Rafael de la Torre, un faquir que se hacía llamar Alí Ben Hurr, que halló la muerte en San Juan Bautista, hoy Villahermosa, en el año de 1913, durante su acto de hacerse enterrar en medio de una plaza de toros mientras duraba la corrida, para ser desenterrado al término de la misma, como había hecho infinidad de veces, pero en esa ocasión, del sueño cataléptico pasó al sueño eterno. Bruno toma lo poco que se sabe sobre el faquir y lo dota de pasado y presente en su espléndida novela en la que también nos pasea por la vieja San Juan Bautista. Tuve la fortuna de que me invitara el autor a presentarlo en el ciudad de México.
En su novela breve La barca de oro, nuestro escritor rememora lo sucedido en el amado puerto la fatídica noche del 19 de marzo de 1955, cuando las más bajas pasiones se desbordaron y una partida de desadaptados incendió el ayuntamiento, la biblioteca pública, y varios comercios y casas de familia también fueron pasto de las llamas después de ser saqueados.
Y ahora, en el libro que la noche del pasado jueves 28 presentamos, toma una de las múltiples y regocijantes anécdotas, personificadas unas e inventadas otras, del Creso tabasqueño de la época porfiriana, don Policarpo Valenzuela Yera y la cuenta muy a su manera, es decir la recrea como sólo él sabe hacerlo; también hay un relato largo al que da el nombre de la primera población española en Tabasco, Santa María de la Victoria, que no es otra que nuestro amado puerto de Frontera; en dicha narración nos recuerda al viejo salón de baile llamado “Los cocoteros” que estuvo ubicado en la esquina de 5 de Mayo y Morelos y nos lleva de la en el caminar noche a noche de Amador Cumplido por la calle Obregón, la que originalmente se llamó calle Tomás Herguera, nombre erróneo, pues el verdadero del fundador de la hoy ciudad y puerto de Frontera, se llamó Juan de Dios Helguera.
Está de más expresar, que todo el libro es de una gran amenidad, escrito con la pulcritud que le es propia a la totalidad de los textos de Bruno, y considero que es una feliz coincidencia, que con este libro que evoca a nuestro amado terruño, uno de sus hijos predilectos celebre sus 70 años de vida, cuando ese pueblo sufrido y aún esperanzado, cumple este mismo año, 200 de haber sido fundado y, corre comercial, quien está en uso de la palabra cumplirá en este 2015, 75 abriles, pero también 75 diciembres.
Sólo nos resta decir, que Bruno Estañol salió de Frontera hace varias décadas, pero se la llevó en el alma, como nos sucede a quienes nacimos y amamos ese bello rincón del trópico húmedo, por eso es que siempre, la antigua San Fernando de la Victoria, la vieja Guadalupe de la Frontera, la actual Frontera, está presente en su espléndida obra.
Gracias, querido amigo y paisano, por brindarnos tan bellos libros, además de tus bien documentadas obras de carácter científico, que había omitido comentar. Ruego al Todo poderoso que te conceda vivir muchos años más gozando de completa salud y creando más y más novelas y cuentos, para beneplácito y gozo de quienes te queremos y te admiramos.
¡Salud y pesetas, maestro Bruno Estañol!

A CONTINUACIÓN: NOTA INFORMATIVA PUBLICADA POR LA UJAT

Rinde UJAT homenaje al escritor tabasqueño Bruno Estañol
*Para celebrar 70 años de vida, se presentó el libro “La cola del diablo” publicado por el Alma Máter tabasqueña y Editorial Laberinto
Con historias diversas que exploran la vida de los habitantes de su natal Puerto de Frontera, en Centla, el que es considerado como el mayor cuentista de la historia literaria en el estado, Bruno Estañol Vidal, presentó en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT) su más reciente obra “La cola del diablo”, una serie de relatos fantásticos donde reafirma su destreza narrativa y el sentido del humor que lo caracteriza.
El pasado jueves 28 de mayo fue una fecha memorable que coincidió con la celebración de su cumpleaños 70, y con el cierre de las actividades del Encuentro de Literatura y Traducción “Habla la palabra” con el que la UJAT recuerda la obra del poeta tabasqueño José Carlos Becerra, nacido el 21 de mayo de 1936 y fallecido el 27 de mayo de 1970, en un accidente automovilístico en Brindisi, Italia.
Para conmemorar siete décadas de vida en las que ha dado fruto en diversas actividades como neurólogo, profesor universitario y escritor de cuentos, Bruno Estañol se rodeó de amigos que se dieron cita en el Instituto Juárez, además de su esposa Alicia Lozano Pratt de Estañol y sus hijas Elena e Iliana Estañol Lozano, quienes leyeron textos de autores nacionales, además de disfrutar de la participación de la lectura en atril “El hombre que anhelaba trabajar en un circo”, a cargo del grupo cultural Ceiba Andante.
Tras la proyección de un documental bibliográfico del homenajeado, el director de Difusión Cultural y Extensión de la UJAT, Miguel Ángel Ruiz Magdónel, manifestó el beneplácito de contar con la presencia de quien calificó como el mayor escritor tabasqueño del siglo XX, con obras como “La barca de oro” y “El féretro de cristal”, los universitarios, dijo, se complacen en poder celebrar por primera vez la presentación de este libro en una fecha tan especial como es el cumpleaños de Bruno Estañol.
Por su parte, el director del Archivo Histórico del Estado de Tabasco, Jorge Priego Martínez, calificó el texto de su amigo y paisano como una obra amena en su escritura y con pulcritud propia del autor, donde se refleja el acontecer de Tabasco desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del XX; además destacó la trascedencia de esta obra publicada por la UJAT y la Editorial Laberinto.
Luego de recordar momentos de la infancia que vivió con el cuentista, Priego Martínez consideró esta fecha como una coincidencia ya que también en este año el puerto de Frontera cumple 200 años de haber sido fundado por el presbítero Juan de Dios Helguera, “Bruno salió de Frontera hace varias décadas pero se la llevó en el alma y está presente en esta espléndida obra”.
De igual forma, el jefe del Departamento Editorial UJAT, Luis Alberto López Acopa, consideró que Estañol es un literato que se consolida con cada libro que publica, “los cuentos del maestro Bruno son joyas milimétricas de prosa, no le sobran ni faltan nada pues tiene todos los elementos de un cuento ya que sabe tejer sus historias, historias que reflejan las pasiones humanas de la gente de este pueblo”.
Cabe destacar que Bruno Estañol Vidal ha sido reconocido con el Premio Juchimán de Plata 2002, en la categoría Letras y Artes, Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares 1992 y Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 1988. En sus publicaciones también se encuentran “La mente del escritor: Ensayos sobre la creatividad científica y artística”, “La conjetura de Euler”, entre otras obras.