martes, 23 de junio de 2015

Besando mis rodillas - Jesús Adrián Romero


Recientemente llegó a mis manos “Besando mis rodillas”, el libro de Jesús Adrián Romero que fue publicado por Editorial Vida en 2014. Lo leí con atención durante un par de días y terminé pensando en hacer una reseña sobre el contenido de sus 207 páginas que son fáciles de digerir. En él encontré muchos aspectos inquietantes para el mundo evangélico al que pertenece el reconocido cantante y además pastor de una congregación cristiana en la ciudad de Monterrey, México.

Antes que nada debo decir que en lo personal aprecio mucho la música de Jesús Adrián y comentaré sobre ella en particular antes de abordar los temas del libro.

Entre 1997 y 1998 comenzó a propagarse “Unidos por la cruz”, la grabación con la que Jesús Adrián se dio a conocer entre la cristiandad evangélica, sobre todo en los grupos carismáticos y neopentecostales. Recuerdo haber puesto el cassette y escuchar una serie de canciones que me sorprendieron por su ritmo poderoso y sus letras desafiantes que estaban dirigidas a un público masculino a través del congreso “Hombre a Hombre” que organizaba la iglesia Vino Nuevo de Ciudad Juárez, Chihuahua.

De esa grabación, “Sumérgeme” se convirtió en el principal himno para las multitudes cristianas hambrientas por avivamiento, que era el énfasis de los movimientos de esa época. Había mucha honestidad, entrega y calidad interpretativa en esas canciones, y eso se convirtió en la bandera que le abrió las puertas del éxito a JAR. Más tarde, en 1999 escuché su segundo disco “Cerca de ti”, también grabado en Vino Nuevo, que traía 11 excelentes canciones de alabanza y adoración, donde podían encontrarse claras referencias a doctrinas evangélicas como el arrebatamiento en “Con voz de mando”, la gracia del perdón en “Tal como soy” y concluía con la doctrina de la soberanía en “Jesús es el Señor”.

A esos dos primeros discos exitosos -exceptuando desde luego los que grabó antes de ser famoso- le siguió una trilogía grandiosa que coronó la carrera musical de JAR y lo colocó en uno de los sitios preferidos de los cristianos latinoamericanos. “Con manos vacías” (2000), “A sus pies” (2002), y “Te daré lo mejor” (2004), fueron piezas de excelencia interpretativa, que enfocadas en la alabanza y adoración contienen arreglos musicales contemporáneos y mantienen la línea purista evangélica del cantante mexicano. Con ellos se cerró una etapa.

En agosto de 2004, Jesús Adrián grabó el DVD “Unplugged” que también marcó la vanguardia dentro de la música cristiana, donde se encuentran los temas más relevantes de sus anteriores discos con arreglos acústicos. A partir de aquí y durante los próximos diez años, la música de JAR dio un giro significativo, pues a mi parecer se volvió intimista, poética y teológicamente más pietista, apelando a las emociones del corazón como forma de espiritualidad.

“El aire de tu casa”, “Ayer te vi fue más claro que la luna”, “El brillo de mis ojos” y “Soplando vida” son las grabaciones que reflejan esta faceta de Jesús Adrián, insisto son brillantes como poesía cristiana y muestran la evolución en el pensamiento del cantante, que paradójicamente se vuelca en estos años al ministerio pastoral dedicando su tiempo a la edificación de dos congregaciones cristianas no denominacionales, una en Phoenix, Arizona y la última en Monterrey, ambas con el título de Vástago Epicentro, que es el nombre de su compañía discográfica. Aunado a esto, Jesús Adrián ha impulsado la carrera musical de sus hijos, Adrián Roberto que formó un grupo de rock llamado AVE, y Melissa Romero.

Epicentro Live
Antes de pasar de lleno a comentar sobre el libro “Besando mis rodillas”, es importante decir que aunado a esta publicación editorial, la iglesia que actualmente pastorea Jesús Adrián en Monterrey, lanzó el disco “Epicentro Live” que presenta las canciones de alabanza y adoración que se cantan allí, y también hay elementos que reflejan el enfoque teológico bosquejado por JAR en el libro mencionado.

Sobre esta grabación “Epicentro Live” disponible en DVD, escuché un buen comentario de alguien que decía que le parece es la continuación de “Te daré lo mejor” grabado diez años atrás. Con esa expectativa comencé a escucharlo y me pareció demasiada comparación, aquella grabación resulta demasiado buena para ésta en muchos aspectos, pero sobre todo por las letras que dejan huella inmediatamente. En este Epicentro Live son canciones almáticas, sin referencias bíblicas, que me recuerdan mucho el estilo del movimiento Vineyard, pero sin la fuerza espiritual de éste.

Una espiritualidad añeja

Empecemos con el libro. El prólogo escrito por su hijo Adrián Roberto no aporta nada en un sentido intelectual. Son párrafos redactados para halagar la sinceridad de su padre e invitándonos a “consumirlo, digerirlo y vivirlo”.
En la introducción del libro, Jesús Adrián nos cuenta una historia personal vivida en Mérida, Yucatán, durante un paseo por la plaza principal donde experimentó sentimientos de perfección visual, un “clima edénico” dice. Parejas que bailaban “las imaginé con hogares y familias unidas, con hijos ejemplares”. Regresé a la habitación del hotel fascinado, embelesado y con una sensación extraña de añoranza, apunta.
Con variada argumentación, el escritor dice que esta añoranza es un reflejo del hambre espiritual por el cielo, por el reino de Dios o de Dios mismo. “La vida espiritual profunda es el resultado de escoger un estilo de vida”, “hay una espiritualidad emergente, une generación de creyentes alrededor del mundo que buscan cada día esa conexión con Dios y de eso se trata el libro que tienes en tus manos”.
Me pregunto ¿cuál es esa espiritualidad emergente? En el primer capítulo “las estaciones espirituales” no hay nada nuevo que mostrar, el ritmo de la narración es bueno y nos enseña a ver la vida como un proceso de cambios, como las estaciones del año. Es el segundo capítulo “Una fe moderna y añeja a la vez” donde encontramos elementos de análisis.
1. Somos una generación de creyentes que ha acribillado el simbolismo. Al paso que vamos, las próximas generaciones de creyentes no conocerán la cruz, porque muchos la han rechazado como símbolo, nos deshicimos del agua de la bañera con el bebé adentro.
2. En Latinoamérica por ejemplo, se conoce muy poco a la iglesia ortodoxa… la adoración ortodoxa es litúrgica… hay mucho simbolismo y reverencia. Entienden la adoración como entrar al mismo trono de Dios. La adoración ortodoxa es transformativa, lleva al creyente a la comunión con Dios, convirtiéndolo en una persona santa.

MI COMENTARIO: ¿Necesitan los evangélicos de ver la cruz en sus templos para ser más espirituales? La respuesta es obvia, la tradición protestante nunca ha echado mano de este simbolismo para empujar su espiritualidad y no tiene sentido que lo haga. Al parecer Jesús Adrián propone que la crisis de la iglesia en Latinoamérica es porque no adora como lo hace la Ortodoxa en Europa y Asia. Si eso fuera así el cristianismo en esos lugares fuera punta de lanza y produciría sociedades diferentes. Al parecer desconoce JAR que el cristianismo en Europa está en decadencia y que la iglesia Ortodoxa es como cualquier otra en el mundo, no tiene nada de especial.

Más adelante en la página 32 dice que cuando visitó en Londres, la Abadía de Westminster, una iglesia gótica anglicana “se quedó con nosotros un sentimiento de paz y reverencia y es que es un lugar lleno de belleza y misterio con un tesoro impresionante de esculturas monumentales, pinturas, vitrales y artefactos diversos que invitan a conocer a Dios”. De nueva cuenta no tiene lógica lo que dice Jesús Adrián, más allá del gozo intelectual que puede provocar visitar lugares turísticos, incluyendo los religiosos, ¿cómo puede un cristiano de la tradición evangélica encontrar a Dios en edificios, cuando toda su vida le ha sido enseñado que Dios no habita en templos hechos por manos humanas?

En lo personal he visitado la Catedral metropolitana de la Ciudad de México, y es también un lugar lleno de paz y reverencia, con grandes misterios, pero más allá de eso ningún evangélico mexicano la visita para encontrarse con Dios.

Lo absurdo llega cuando JAR dice “los jóvenes están siendo atraídos por el simbolismo, a la vida monástica, a la oración litúrgica, a la meditación y al silencio, se están conectando con Dios y con el pasado”. ¿En serio? dónde, en qué lugar del mundo los jóvenes se comportan de esa manera cuando es precisamente lo contrario, la juventud parece ser atraída por experiencias espirituales sencillas.

Y todavía más, JAR señala que en su tiempo de oración hay velas que “agregan un ambiente cargado de espiritualidad”, además de una cruz, una corona de espina y una Biblia de más de 300 años de antigüedad. Se asemeja mucho a la advertencia que hace San Pablo en el libro de Gálatas: ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
El capítulo 3 “Liturgia. Las escalas de oración” es todavía más preocupante. Jesús Adrián ataca la inefectividad de muchos creyentes al orar, se duermen, dicen frases sin sentido, lo cual es cierto para todo aquel que ha vivido algún tiempo entre los grupos cristianos, “hace algunos años empecé a incorporar en mis tiempos de oración, oraciones litúrgicas. Las oraciones litúrgicas son oraciones escritas. Algunas de ellas se escribieron hace cientos de años y han sido utilizadas por creyentes ortodoxos a través de los siglos”. Imagino que quiere evitar a toda costa mencionar el término católico, porque realmente son credos distintos, pero en el fondo litúrgico tienen la misma sustancia. Ahí están el Padre Nuestro, el Credo de Nicea, entre otras oraciones litúrgicas que son utilizadas por las comunidades católicas. ¿Aprueban esto las iglesias evangélicas?

No quiero detenerme en cada capítulo del libro, en algunas partes hay sinceridad como cuando nos habla de las batallas de su hijo por tener una mente inquieta intelectualmente, lo que lo ha llevado a leer filosofía existencialista, pero ha salido librado; como cuando señala que uno de sus músicos principales en algún momento le confesó que llevaba tres meses sin leer la Biblia. Jesús Adrián Romero invita a los creyentes a ser inspirados en libros como “Crónicas de Narnia” escrito por C.S. Lewis, un reconocido cristiano de Inglaterra. Dice que la espiritualidad la ha encontrado en los paisajes que recorre mientras practica el ejercicio de correr. En la comida, la cual señala que Dios la creó para el deleite del hombre, pero se le olvida mencionar que las delicias de la gastronomía en los pueblos son productos de años de culturización alrededor de las mesas, y no propiamente de un creador. Muchos aspectos que a mi parecer son de una vida común y que no tienen nada de espiritual, Jesús Adrián dice que lo conectan con Dios.

Conclusión: mi conclusión es que en su afán de alcanzar públicos más extensos y menos religiosos, Jesús Adrián ofrece un cristianismo más cotidiano, como una religión naturalista. Se aleja un poco de los círculos evangélicos que tanto lo apoyaron y se mete en terrenos escabrosos. Su corazón paternal lo lleva a proteger a sus hijos, aun cuando su hijo es buen músico, el arte de su grupo de rock ha causado mucha controversia, además de que en una predicación de Adrián Roberto, se le acusa de haber dicho que Jesús en la cruz durante su sufrimiento llegó a ser ateo, lo cual es un asunto que no abordaré aquí.
En lo personal seguiré disfrutando de su música cuando así lo requiera, y tocará a otros hacer sus propios análisis y conclusiones respecto a la trascendencia de la teología que promueve el cantante analizado.